Lejos de esperar que el filme te provoque un absoluto terror, al menos te mantiene atento a los giros que da la trama, aún cuando se mantiene fiel a la estructura básica de las historias sobre exorcismos que tanto hemos visto. El truco para lograrlo fue el uso de la famosa cámara móvil nauseabunda que últimamente ha sido utilizada demasiado para crear el efecto de realismo que tanto se busca en el cine.
Cotton Marcus (Patrick Fabian) es un reverendo que con el fin de exponer el fraude de aquellos que se dedican a los exorcismos, decide que un director y camarógrafo filmen a todo detalle sus actividades religiosas de despojo de espíritus malignos. Elige una carta de súplica de tantas que recibe, en donde el padre de Nell (Ashley Bell) le pide ayuda para quitarle el demonio que lleva dentro. Es lógico suponer que nada es lo que parece, por lo que seguimos en la aventura al trío de incrédulos en sus intentos por desmitificar
El enfoque que se le da la historia a los relatos del reverendo es el culpable que logremos sumergirnos en la película. Su tono irónico y en momentos sinceros con los que nos relata los hechos el religioso es lo que le da vida a un personaje con el que podamos simpatizar. Luego tenemos el fanático padre de Nell sacado del diccionario bajo el término de estereotipo, que nada más se la pasa santificándose y actuando de manera irracional ante el mal que le acecha, pero muy útil al momento de provocar acción. Finalmente tenemos a la contorsionista de Nell haciéndola de chica araña, miradas penetrantes y voces con garraspera que se supone que deben de dar miedo, si no fuera que ya hemos sido expuestos a cosas peores.
El desarrollo de la historia se puede considerar lento ante la falta de acción, aún cuando las situaciones extremas tienden a escalar en su respetivo clímax, no se llega uno a desesperar porque la duración es de apenas ochenta minutos, entonces el sacrificio no se vuelve tan extenso.
El realismo con el que se supone se esta filmando el documental y en especial que los guionistas cuidaron mucho en no caer en situaciones fantasiosas que nos han perder la atención, es lo que hace que valga la pena asistir al cine sólo por el ambiente de suspenso que se mantiene hasta el último momento.