Quizás la mejor película del año y primera candidata a los Oscares.
Son pocas las ocasiones en donde la primera escena de una película te deja pasmado como un presagio de que vale la pena tú estancia en el cine. En ningún momento se te ocurre que Facebook pueda ser objeto del interés de algún director por recrear las circunstancias de su origen y mucho menos un triunfo de la taquilla.
Sin perder tiempo en introducciones, la trama fija su atención en los motivos de Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) para crear el portal web más famoso del mundo. Por más que quiera, él no creó sólo el fenómeno, así que vemos como un amigo y sus compañeros de universidad son capaces de demandarlo para que ellos obtengan el reconocimiento que merecen.
Es difícil saber que tanto de verdad sea lo que vemos en la pantalla. Sólo aquellos interesados en estos temas pueden decirnos si la imagen de Mark fue del todo benéfica. Ya vimos por algunas de sus declaraciones, que a él no le pareció tan aceptable su interpretación como un ser obsesivo por la fama.
Las conversaciones entre los personajes se vuelve en una batalla campal de diálogo tan suculento que no tienes ni tiempo de reaccionar. Ya cuando termina tú mismo te preguntas que es lo que sucedió. Lo mejor es que no se insulta nuestra inteligencia haciendo los términos informáticos para «dummies», aún así se crea una atmósfera de expectativa hacia lo que suceda gracias a la energía de jóvenes hambrientos por sobresalir. Es seguro que al momento de los Oscares, no hay duda que Aaron Sorkin será quien se lleve la estatuilla dorada por mejor guión.
Hemos visto tantas veces a Jesse Eisenberg hacerla de «nerd» que pierde sentido el asombrarnos por sus interpretaciones, pero aquí nos regala una versión de Mark como si fuera un adicto a la cafeína, despachando respuestas e insultos a mil por hora. Te la pasas riendo como su arrogancia de genio informático reclama la atención que supuestamente se merece. Nunca sientes exageración por parte del elenco y cada quien sobresale dentro de su personaje. Quizás quién más me sorprendió al final fue Justin Timberlake como el creador de Napster y mentor del joven Mark, al convertirse en una especie de serpiente conspiradora contra el iluso de Eduardo Saverin (Andrew Garfield) en una última escena.
Los giros que da la trama provienen de la técnica de dividir en dos ángulos la historia. En uno tenemos las audiencias entre Mark y los supuestos amigos que lo demandaron, relatando los hechos con sus sentimientos a flor de piel y por el otro vemos como sucedieron las cosas en realidad. Lo anterior nos ayuda a intensificar las escenas aún más, gracias a uso ágil de cámara y una edición que no da espacio para el aburrimiento.