octubre 2010

Crítica: La Red Social

Jesse Eisenberg protagonista de La Red Social

Quizás la mejor película del año y primera candidata a los Oscares.

Son pocas las ocasiones en donde la primera escena de una película te deja pasmado como un presagio de que vale la pena tú estancia en el cine. En ningún momento se te ocurre que Facebook pueda ser objeto del interés de algún director por recrear las circunstancias de su origen y mucho menos un triunfo de la taquilla.

Sin perder tiempo en introducciones, la trama fija su atención en los motivos de Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) para crear el portal web más famoso del mundo. Por más que quiera, él no creó sólo el fenómeno, así que vemos como un amigo y sus compañeros de universidad son capaces de demandarlo para que ellos obtengan el reconocimiento que merecen.

Es difícil saber que tanto de verdad sea lo que vemos en la pantalla. Sólo aquellos interesados en estos temas pueden decirnos si la imagen de Mark fue del todo benéfica. Ya vimos por algunas de sus declaraciones, que a él no le pareció tan aceptable su interpretación como un ser obsesivo por la fama.

Las conversaciones entre los personajes se vuelve en una batalla campal de diálogo tan suculento que no tienes ni tiempo de reaccionar. Ya cuando termina tú mismo te preguntas que es lo que sucedió. Lo mejor es que no se insulta nuestra inteligencia haciendo los términos informáticos para «dummies», aún así se crea una atmósfera de expectativa hacia lo que suceda gracias a la energía de jóvenes hambrientos por sobresalir. Es seguro que al momento de los Oscares, no hay duda que Aaron Sorkin será quien se lleve la estatuilla dorada por mejor guión.

Hemos visto tantas veces a Jesse Eisenberg hacerla de «nerd» que pierde sentido el asombrarnos por sus interpretaciones, pero aquí nos regala una versión de Mark como si fuera un adicto a la cafeína, despachando respuestas e insultos a mil por hora. Te la pasas riendo como su arrogancia de genio informático reclama la atención que supuestamente se merece. Nunca sientes exageración por parte del elenco y cada quien sobresale dentro de su personaje. Quizás quién más me sorprendió al final fue Justin Timberlake como el creador de Napster y mentor del joven Mark, al convertirse en una especie de serpiente conspiradora contra el iluso de Eduardo Saverin (Andrew Garfield) en una última escena.

Los giros que da la trama provienen de la técnica de dividir en dos ángulos la historia. En uno tenemos las audiencias entre Mark y los supuestos amigos que lo demandaron, relatando los hechos con sus sentimientos a flor de piel y por el otro vemos como sucedieron las cosas en realidad. Lo anterior nos ayuda a intensificar las escenas aún más, gracias a uso ágil de cámara y una edición que no da espacio para el aburrimiento.

Crítica: Comer, Rezar, Amar

Julia Roberts protagonista de Comer, Rezar y Amar

Es como ser llevado de compras durante dos largas horas, de tienda en tienda sin dinero para adquirir algo por tú cuenta.

Aún tratándose de una película dirigida al público femenino, se debe de crear algo de interés para seguir las aventuras de Elizabeth Gilbert más allá de su falta de satisfacción por su vida. Para que al menos todos los giros que da la trama (más bien amoríos) no se conviertan en pretextos para justificar los 133 minutos sentados en la sala de cine.

Elizabeth (Julia Roberts) es una escritora privilegiada con poder viajar a tres países del mundo después de un doloroso divorcio (el cual quizás el libro explique mejor). Supuestamente es para encontrar el equilibrio entre su deficiencia de amor.

Las agencias de turismo de los países involucrados deben de estar agradecidas por las escenas que favorecen su imagen en el mundo, tanto que crea un ambiente artificial de propaganda. A lo último hay que agregarle a los personajes locales de caricatura con los que se encuentra Elizabeth, con algunas excepciones como Richard (Richard Jenkins) y Ketut Liyer (Hadi Subiyanto) quienes contribuyen a la moraleja.

No puedo pensar en otra actriz mejor como Julia Roberts para cargar con el peso de un personaje en constante molestia consigo misma. Logra mantener ese sentido de descubrimiento, el cual me hubiera gustado se enfocaran más, que como manejar la constante contribución del universo a hacerle llegar amantes.

El mensaje que se da es muy positivo, pero es relegado a la última tercera parte de la película y agregado como si el guionista se acordara que dentro de tanta locación después de todo había un propósito para el show que estamos viendo. Nos empalagan de locaciones y personajes anexos de quienes conocemos poco, pero casualmente tienen problemas muy conmovedores que deben de solucionarse.

Luego es a mi entender que lo único que aprendió Elizabeth fue a valorarse a sí misma, aceptar que no siempre funciona el amor en pareja e intentarlo de nuevo. Entonces todo lo que vimos se convierte en una gran fantasía disfrazada de cuento de hadas con el único propósito de manipular sentimentalmente a la audiencia.

Me imagino que el libro trata más a detalle la búsqueda de Elizabeth y lo que aprendió, porque la cinta se me hace como una bola de chicles de tantos sabores que no sabes ni lo que estas masticando.

Crítica Sepultado

Ryan Reynolds protagonista en Sepultado

GPS: Tú mejor amigo en Irak

Con el paso de los minutos me empezaba a preguntar el desperdicio de dinero en cinta para filmar, porque nos la pasamos todo el tiempo mirando al protagonista estar atrapado en un ataúd. Fácilmente pudo haber sido una radionovela al pasar varios minutos con la pantalla oscura y con sólo la voz agitada del actor que nos da indicios que no está fallando el proyector del cine.

Paul Conroy (Ryan Reynolds) es la víctima que con sólo un móvil y una lámpara para hacerle compañía se da a la tarea de intentar sobrevivir una pesadilla en vida. Con el paso de los minutos somos testigos del porque se encuentra en tan dramática situación por medio de múltiples llamadas que nos mantienen al borde del asiento gracias a la desesperada actuación de Ryan Reynolds.

El libreto de Chris Sparling logra que con el trascurso de los minutos la tensión aumente. Aún con los momentos breves en donde no ocurre nada, se sienten necesarios por la gran presión a la que vemos expuesto a Paul. Lo maravilloso es que sentimos la misma frustración que el protagonista, porque ¿quién no ha sido expuesto a llamadas de terror donde nadie te soluciona nada?.  Ahora imagínense si tú vida misma está en peligro y multiplicas esas llamadas al transcurso de una hora

Con un limitado espacio de escenografía el director Rodrigo Cortés nos regala diferentes ángulos de la tragedia, hasta incluso llegar a ver tomas aéreas. Hay que admirar la audacia de los creadores por no hacer ver la película como un intento barato de cine al infundirlo con calidad en todos los aspectos.

La mayoría del tiempo es estar escuchando a Paul en un largo proceso burocrático para que sea salvado. Lo interesante es la cantidad de emoción que se logra transmitir con tan pocos gestos visuales.  Un gran riesgo se tomó Reynolds  al  ser un actor valuado por su imagen y no tanto por su capacidad como actor, fácilmente pudo haber hecho el ridículo, pero gracias a está interpretación se revalora para otro tipo de papeles en el futuro.

Lo mejor de todo es que nunca está en duda el peligro que sufre el protagonista y es lo que provoca la satisfacción  de que no ten están engañando con peligros artificiales creados para provocar impacto. Todo surge de la lógica de la trama.

El final ha sido cuestionado por lo que ya han visto la cinta y a mi parecer es signo del éxito que provoca en el auditorio. Después de todo el tiempo que pasamos a lado de Paul es entendible que provoque reacciones.

Crítica: Gigante

Horacio Camandule protagonista en Gigante

Expuestos a tantas películas de romances durante los años, ya no es fácil ser conmovido por las mismas fórmulas que sólo nos hacen pedir que sea el proceso lo más rápido posible para avanzar a lo interesante.

Está cinta es un ejemplo en sencillez, desde la estructura de la trama, hasta en como el director a elegido filmar las aventuras de nuestro protagonista. Es por eso que no va ser del agrado de todos, más cuando en la desesperación se den cuenta que con el paso de tiempo la trama no avanza de la simple obseción.

Jara (Horacio Camandule) es un trabajador de seguridad de un supermercado que comienza a tener un pequeño interés por Julia (Leonor Svarcas), quién trabaja como intendente de limpieza y la cual con el paso de las noches no puede dejar de observar.  Es así como empieza una persistente investigación secreta por conocer a su amada al puro estilo de Big Brother.

Con cámaras por todas partes en el supermercado pareciera una forma ecónomica para los productores ahorrarse dinero, pero le da cierta naturalidad y excusa a Jara para ser intrigado por su musa. Lejos del atractivo visual del cual se pueda enamorar, es la personalidad que demuestra Julia y a la vez la actriz en lo que fuera su interpretación de un mimo lo que nos mantiene interesados en la trama tan básica que puede ser de una cuartilla.

Si no fuera por el carisma del actor Horacio Camandule, todo pareceria al  hobbie de un pervertido caza jovencitas. Es gracias a que el guión nos permite conocer la personalidad del protagonista,  lo que nos hace hasta hecharle porras para que por fin se anime a platicar con la chica de sus sueños. Con pequeños detalles sin caer en lo chusco y casi en la orilla del sentimentalismo es como el director Adrián Biniez a decidido poner  toda la responsabilidad de la cinta.

Tan fácil que es solucionar el dilema y a la vez tan complicado gracias a  un buen trabajo de parte del actor por hacernos creer en su terrible tímidez, el cual se convierte en la causa de ver su odisea y a la vez pone a prueba la paciencia de la audiencia.

Desde el inicio se necesita tener simpatía por Jara, de lo contrario la cinta se convierte en una desesperación por esperar que ocurra algo y los minutos eternos.

Crítica: Una Cena para Tontos

Contrario a lo que uno espera de una comedia, la película no ofrece la cantidad de risas suficientes para sentirse satisfecho. Es como ese tipo de series de televisión a las que les tienes que agregar las risas grabadas para que por lo menos sepas cuando reírte y darte cuenta que lo que acabas de ver es un chiste.

Tim Conrad (Paul Rudd) es un ejecutivo financiero que  con el fin de lograr un ascenso es capaz de hacer lo imposible para complacer a su jefe. Finalmente a un paso de su meta, es invitado a una cena de gala donde el único requisito es traer a un tonto para divertirse.

El tonto resulta ser Steve Carell, que nada extraño a los personajes con carencia encefálica, logra crear otro el cual no hemos visto. Si bien no cae mal, tampoco logra hacernos reír a carcajadas porque nunca llega a tener el material suficiente más allá de una serie de eventos desafortunados. Todo su personaje se basa en ser lo más fastidioso posible con Paul y tener un pasatiempo fuera de lo común. Nada que ya no hayamos visto.

Sólo durante la cena con el par de millonarios me logró hacer reír como esperaba y eso fue  gracias a que se manejaron muy bien los tiempos entre los diálogos. Ni durante el clímax el director Jay Roach fue capaz de manejar  todos los elementos involucrados para tener al menos un incremento de emociones, todo resultó como escupitajos de diálogos para haber que es lo que pega.

Teniendo a actores de los cuales sabemos de lo que son capaces, no me puedo explicar como Zach Galifianakis puede ser tan aburrido. Creo que es por lo exagerado que resultan los personajes y nada de la lógica para creerles su aparente estado de idiotez.

Al parecer la película basa su premisa en la versión francesa del mismo nombre, del cual ahora me encuentro interesado por conocer como pudieron manejar a tantos tontos al mismo tiempo o por lo menos mantenerlos interesantes.

Simplemente esperaba pasar un buen rato y me quedaron debiendo. Nunca el material fue el adecuado para que los actores  demostraran lo que ya se que son capaces de hacer.

Crítica: Héroes Verdaderos

En México no es fácil obtener los recursos financieros para producir una película y menos para llevar a cabo una de dibujos animados. Estaba dispuesto en aceptar cierto grado las carencias técnicas, pero no  en algo tan básico como poder organizar un  guión.

En teoría la idea de Carlos Kuri por combinar la ficción con hechos históricos es factible,  sólo que fue tanta su ambición por querer abarcar más de lo que era posible, manchando a la producción como otro intento mediocre… Lo cual no lo es. Si bien podría catalogarse como un esfuerzo sin los recursos necesarios para llevarlo a cabo.

La experiencia no resulta del todo agradable porque la trama fluye como una máquina destartalada que pierde su enfoque al contener a más de una docena de personajes. Aún con una duración de 95 minutos, más de lo habitual para cintas animadas,  hay escenas que se sienten apresuradas, sin el espacio suficiente para captar el momento y en otras ocasiones se nos expone a una que otra canción que grita irremediablemete  ser puro relleno, lo cual no me explico.

Al acto de malavarismo histórico hay que agregarle Napoleón Bonaparte, Carlos IV, Fernando VII y José Bonaparte. Como si se tratara un documental del History Channel para ser lo más verídico posible y mostrarnos las causas del movimiento independista. No era necesario tanto detalle, entorpece la narrativa con escenas que te provocan más dudas  que respuestas.

Durante la primera parte de la cinta conocemos a un grupo de adolescentes de diferentes clases sociales, que  a pesar de la situación de discriminación que se vivía, se convierten en mejores amigos. Con un tono cómico músical se logra fundamentar la relación de los personajes y sorprendentemente no está del todo mal. No hay que olvidar  que la cinta va dirigida a los niños y se entienden ciertas libertades para hacer más ameno el asunto.

Es a la mitad del filme cuando conocemos a nuestros héroes nacionales y el guión tiene una crisis de identidad al dividirse entre realidad y ficción. Conocemos a Hidalgo, Morelos y hasta Josefa Ortíz en momentos cruciales como versiones sacadas de las estampas biográficas que compramos en las escuela,  en donde vemos los grandes momentos en forma de ópera porque de lo contrario nos tomaría demasiado tiempo.  A lo que debo de admitir que no está tan mal las últimas canciones, en comparación de las del principio que ni tan siquiera rimaban las frases.

Desde la animación estilo Disney con ojos saltones, hasta la música con orquesta y banda sonora original. Se demuestra que el proyecto no fue llevado a cabo para ser un estreno en DVD de esos que terminan en las tiendas  del supermercado, lo que lastimosamente a momentos nos da la impresión al no poder evitar comparar  la cinta con  las producciones de los grandes estudios estadounidenses.