No hay que engañarnos. La nueva película de Guillermo del Toro nos regala un divertido rato frente a la gran pantalla que hasta perdura cuando salimos del cine, pero no es nada fuera de este mundo. Si nuestras positivas declaraciones han fruncido alguna ceja es porque esta película no es para todo el público. Se necesita tener compasión ante el gran nivel de fantasía, un poquito de memoria de aquellas mañanas sabatinas frente al televisor y perdonar la plaga de clichés tanto de monstruos como de humanos. Así, que no se sienten mal aquellos detractores por no comprender que es lo que nos tiene tan alegres.
Aún con todo el positivismo, una parte de mi se siente decepcionado que no ofrezca algo más que héroes con complejos trillados, más sin embargo estoy satisfecho con lo que propone porque en lo que se refiere al objetivo principal de luchas contra monstruos sobrepasa las expectativas. Titanes del Pacífico me ha recordado de una cualidad que creía perdida y es la provocar en la audiencia un auténtico sentimiento de diversión, pero no aquel momentáneo que deriva del impacto, explosión o visual, si no de uno muy único y que crees perdido: el de sentirse niño otra vez. Uno pensaría que cada película de fantasía contiene ese elemento y no por nada vamos al cine, pero hay que admitirlo, no todos lo logran.
Del Toro es uno de los pocos directores que sabe y a logrado cautivar a la audiencia con todo lo que el género de la fantasía nos puede ofrecer. Uno piensa que con tratarse de hadas de cuentos o seres míticos ya se cubre el requisito, pero se necesita talento para darle forma, peso, sentido, emoción; y eso es lo que precisamente hace de Titanes del Pacífico un mundo creíble en donde robots gigantes luchan en medio de la ciudad con monstruos dispuestos a destruir la humanidad. No importa que ha instantes tengamos una escena que raya en lo ridículo o los típicos complejos emocionales que hemos visto cientos de veces, el hombre logra traspasar esos inconvenientesn brindarnos aquella tan prometida diversión.
Ahora, no todo es miel sobre hojuelas. No puedo defender lo indefendible. El libreto es de a tiro un reciclaje de clichés que aún cuando son reproducidos con decoro, aquel que no tenga amor a todo aquello del anime, monstruos gigantes o fantásticas aventuras sentirá un hueco en el cerebro por la falta de contenido. Este es un constante problema con los recientes estrenos, una fatiga en las mismas fórmulas de siempre que ya no están funcionando. Lo que esta salvando a las producciones son elementos únicos que sobrepasan el promedio, como lo es en este caso el trabajo del equipo de efectos visuales, la fotografía de Guillermo Navarro y el talento de Guillermo del Toro.
Es por eso que la cinta se siente que esta cojeando. Mientras que su fortaleza visual es innegable y a instantes establece nuevos parámetros de luchas entre gigantes, por el otro carece de autenticidad a la hora de cimentar los personajes como algo más que humanos salidos de una caricatura. Entiendo que no es el propósito tener un drama legitimo y esta más bien homenajeando estas historias ligadas al género. Eso me queda claro. Es sólo que si me hubiera gustado algo más que un piloto con ego de superestrella, la típica lucha por venganza, problemas entre padre e hijo. Todo lo que hemos visto cientos de veces. Ahora, tampoco es un desastre. Se ve que Guillermo del Toro no se detiene ante las flaquezas del libreto y brinda un toque especial a cada una de las escenas. Claramente se nota el sudor ‘geek’ en la pantalla. Si habría que darle gracias a que funcione esta película, sería prácticamente a él. Pero de nuevo ¿Por qué sabotearse cuando tienen el talento para ser algo más de común.
No será para premios, sin embargo tanto Stacker Mariscal (Idris Elba) con su frase heroica sobre el apocalipsis y la tremendamente llamativa Mako Mori (Rinko Kikuchi) con su difícil de entender acento, pero innegable carisma hacen de la película un rato agradable. Ambos actores son de mis preferidos lejos del supuesto héroe principal Raleigh Becket (Charlie Hunnam),que en lo personal no tuvo mucho de especial más allá del complejo de culpa que se adjudica al inicio de la película. Aún con el concepto de los pilotos que tienen que compartir memorias personales para mover los monstruos mecánicos, es Mako quien sobresale con su trágica historia y hasta le da ese aire de anime que no se creía posible traducir a la pantalla grande. Del par de científicos o el elemento cómico que brinda Hannibal Chau (Ron Perlman) la verdad ni me viene, ni me va. Son elementos que funcionan para agradar a la audiencia que si somos sinceros salen algo sobrando.
Hay que destacar las horas de trabajo que debieron de haberse llevado para crear un mundo en donde los Jaeger se sientan tan reales como los monstruos destructores de ciudades. ¡Te la crees! No existe duda de que existan robots gigantes. Atrás quedaron los detalles que te despertaban de la ilusión declarando que todo el show es falso por la resolución de los pixeles o ese instante donde la imagen no tenía una fluidez tan natural como el resto de la acción. Las batallas en medio de las ciudades son gloriosas. Impensables en tiempos de Power Rangers con las anticuadas maquetas, o cualquier película chafa de Godzilla. Son un sueño hecho realidad para el ahora adolescente-adulto presenciar un espectáculo en medio de las calles de Hong Kong con dos seres del tamaño de un edificio. Luego están los detalles espolvoreados en pequeñas dosis para tener el máximo efecto. Sin haber leído entrevistas con Del Toro mencionando que se inspiro en la lucha libre , a uno inmediatamente se le viene a la mente las exageradas introducciones, posiciones de lucha insignia, hasta la venerada silla siendo reemplazada por un barco.
Si algo debo de criticar de las escenas de acción es que a instantes se vuelve confuso ver lo que sucede. No a niveles de Transformers con tanta chatarra voladora , porque aquí se tiene la decencia de enmarcar las peleas de tal forma que podamos ver lo que sucede y no valerse del movimiento de cámaras para emocionarnos. Es un pequeño detalle que no arruina la experiencia, sólo como comentario al igual que el uso de estereotipos con los pilotos extranjeros. ¿En verdad Guillermo del Toro? Tú, un mexicano que ni lo pareces presentando los típicos acróbatas chinos junto con los punketos rusos. Pequeños detalles… pequeños detalles.
La recepción que tuvo la película en taquilla es proporcional al incompetente trabajo de mercadotecnia, tráilers regulares, agotamiento de la audiencia a este tipo de historias y prácticamente tres grandes estrenos que exprimieron nuestro dinero. No me extraña el que no haya sido un éxito rotundo, es más hasta considero que el dinero que recaudo fue más de lo esperado. El estudio cinematográfico apostó por el Hombre de Acero y dejó esta película a su suerte. Todo el apoyo se fue a querer relanzar el icónico héroe con resultados a la Batman, cuando se les olvido que tomó una secuela para cimentar su legado. De verdad se vieron demasiado hambrientos esta vez los de Warner Brothers. ¿Será porque ya no cuentan con Harry Potter para que los mantengan a flote?
Guillermo del Toro nos ha regalado la película del verano que cumple más el objetivo de divertir que cualquier otra secuela, superhéroe o película animada. No será del todo original en su libreto, que espero que se consigan alguien mejor para escribir lo que espero sea la próxima aventura. Lo que no queda duda es la capacidad que tuvo el director de crear un mundo que se creía imposible y sólo visto en la pantalla chica con un presupuesto raquítico o en anime que estimulaba nuestra imaginación. Si todavía tienen oportunidad, dense chance de ser niños otra vez y vayan a ver la película. ¡Por favor! Quiero una secuela.