Crítica: Bala Mordida

Escena de la película mexicana Bala Mordida

Es un secreto a voces que existen instituciones en México que no funcionan como se deben. Ni mucho menos que la policía sea un símbolo de corrupción al cual los ciudadanos vemos como un mal necesario. Es por eso que no entiendo la dificultad que ha tenido está cinta para encontrar un distribuidor capaz de llevarla a las salas de cine. Peores temas hemos visto en la pantalla grande que no han sido objeto de censura.

Sin la comicidad que caracterizó a «El Infierno», resulta algo difícil de digerir la cinta. Es inclusive doloroso observar lo que estas personas son capaces de hacer por dinero. Lejos de la sorpresa o el impacto que puedan causarnos las hazañas de los policías, es  la trama la que nos permite mantenernos entretenidos por el desconocimiento a lo que va a pasar. Hasta cierto punto no sigue las convenciones de una historia común al enfocarse en sus personajes y no en «flashes de grandeza» con balaceras  y explosiones, las cuales existen como complemento o de lo contrario mostraría aun más las limitaciones en los aspectos técnicos: los uniformes, patrullas, chaleco, locaciones que las hacen pasar como bancos cuando es una simple oficina y en especial las ridículas interpretaciones de los actores que pretenden ser reporteros de programas de televisión amarillistas.

Damián Alcázar es de nuevo quien logra cautivarnos con otro de sus personajes corruptos, de aquellos que se han vuelto clásicos  en su larga carrera como actor. Ahora es la oportunidad del nefasto Comandante Alatorre de impresionarnos con sus exóticos gustos y formas burocráticas para administrar a los miembros de su corporación. Sin recordarnos sus anteriores interpretaciones,  Alcázar hace que valga la pena observar la película. Otro punto a favor es que el elenco que lo acompaña tampoco es para menospreciarse y Miguel Rodarte, quien interpreta al policía Mauro Hernández, nos retrata las  desgracias  de la vida de policía de una forma sincera.

Claro que me hubiera gustado ver la otra cara de la moneda, con servidores públicos decentes y no como herramientas de un alto mando que despacha justicia conforme a caprichos o vendettas. Pero esta es la historia que nos ha querido mostrar el escritor y también director de la producción, Diego Muñoz. Un mundo en donde el oficio de policía recurre a formas nada decentes de sobrevivir y no sólo de los delincuentes, si no de reporteros, senadores, contralorías, prostitutas , federales y conspiraciones secretas.

Es una decente película mexicana que si hubiera tenido el adecuado presupuesto y quizás otro estilo de contar su historia, no hubiera tenido tanta dificultad para encontrar la atención merecida, más allá de ser un estreno del barrio de Tepito.