Una característica que he notado de las películas producidas en España, es la sinceridad con la que se desenvuelven los personajes. El motivo para lograrlo son los diálogos tan atinados en el libreto que no se anda con rodeos y sólo quiere mostrar la realidad de un mundo paralelo segregado de la mayoría.
Celda 211 no tarda mucho en comenzar las emociones, se limita a los primeros minutos mostrarnos el escenario de lo que pronto se volverá una bomba de tiempo.
Resulta que el primer día de trabajo de Juan Oliver (Alberto Ammann) se convierte en una pesadilla a tal grado que para sobrevivir tiene que pensar rápido o de lo contrario tendrá un infierno en la tierra. El motivo es un motín que se ha desatado entre los internos que exigen mejores condiciones de vida y para lograrlo muchos de ellos harán lo imposible al no tener ya nada que perder.
Durante la cinta , las escenas se dividen principalmente entre burócratas discutiendo como proceder ante la emergencia, recuerdos de momentos felices con la esposa de Juan Oliver y Malamadre (Luis Tosar); la estrella principal que se roba toda nuestra atención. Los primeros se convierten en una bola de cobardes de los cuales no queremos volver a ver más, es un ir y venir de incompetencia que nos es única a ciertos países, lo segundo se vuelve un punto clave para hacernos creer el drama que seremos expuestos del cual no me imagine capaces de llegar a tanto, y por último, el conocer a una persona que es líder en su ámbito, pero al mismo tiempo se siente con inquietud de sus decisiones.
El director Daniel Monzón Jerez logra crear un thriller compacto que nunca se desmorona sobre su premisa, manteniendo la tensión constante y sobre todo con situaciones que aumentan el grado de peligrosidad. Su tenacidad para mostrarnos un mundo para algunos desconocido y todavía educarnos al mismo tiempo que la personas recluidas no son basura social es interesante. Sobre todo, no lo hace como si fuera un documental, nunca se aleja de enfocarse en sus personajes y sobretodo de mostrarnos el lado humano de Malacara.
Es en el clímax donde Luis Tosar casi me lleva hasta las lágrimas, su interpretación pudo haber sido de un simple pandillero común y corriente, pero nos muestra inteligencia en sus decisiones e increíble gratitud de los que le sirven. La conversación que tiene con Juan Oliver es sinceramente una belleza en el guión, sin traicionar las personalidades que acabamos de conocer.
Otro punto a favor es el desenlace del cual se veía telegrafiado desde el principio y sin embargo logra cautivar por la intensidad de las actuaciones.
Definitivamente que es una muy aceptable propuesta, que de nuevo me tarde demasiado en valorar.