El guionista y director Carlos Enderle, optó por mostrarnos tres historias con una supuesta relación entre ellas: cada uno de los personajes principales tienen que lidiar con alguna obsesión. La técnica usada para intermezclar las historias ya no es nada novedoso, lo hemos visto ser explotado al máximo por Alejandro González Iñárritu, no se si es porque tienen miedo de contar sólo una historia y haber cual pega, o deberás no les alcanza y mejor se hubieran convertido las historias en cortometrajes.
Para ser crónicas chilangas, simplemente les faltó salirse de lo ordinario, si bien los personajes creados son únicos, las situaciones que atraviesan no lo son tanto, se llega a ver la conclusión desde que inician los conflictos. Un claro ejemplo es el primer relato donde el joven adinerado Jean ( Adrián Ladrón de Guevara), se autosecuestra y para colmo dentro de la pandilla que realiza tal acto, se encuentra un tipo que se la pasa alucinando de ser contactado por extraterrestres, el llamado Jairo (Rodrigo Ostap). Díganme… ¿cómo creen que termine está situación? Al principio en la sinopsis, suena interesante la premisa de una persona con tal manía, pero con el paso del tiempo se vuelve un fastidio y nada disfrutable tal actitud. Ni la aparición especial de Polo Polo levanta lo que trataron de hacer.
Es con el relato de Claudia (Regina Orozco) donde la cinta por fin despega, gracias a la destacada actuación de la actriz y el pequeño detalle de ser aficionada al a pornografía. La calma con la que se nos muestran los motivos que la llevaron a tal obsesión, expresiones e intensidad que le imprime al personaje, hubieran sido suficientes para que toda la película haya tenido sólo el enfoque a dicho personaje. Nada de andar conectando historias por medio del vendedor de revistas o que exista una escena clave al final que los reúne a todos , en donde curiosamente la única que se ve con su presencia como una escusa es Claudia.
En el tercer relato con el señor Juvencio (Patricio Castillo) es donde debo de creer que fue desesperación los motivos que lo llevaron a tomar tales decisiones, cuando no se me dio a conocer lo suficiente el personaje. Si, vemos indicios de su necesidad económica en sus quehaceres cotidianos, pero todo lo hacia tan autómata , sin emociones, que nunca llegué a conocer como se sentía, derepente es cuando lo vemos de muy hábil para los nudos y las amenazas.
La película está muy bien hecha, no existe esa sensación de producción marca patito. Los actores también le echaron muchas ganas y la dirección logra no confundirnos al balancear las tres historias sin lograrnos perder con quien estamos esta vez. Esperen diálogos altisonantes que se han vuelto la norma para hacernos sentir mexicanos, como si todos habláramos de tal forma, a cinco pinche groserías por minuto.
Es una lástima que no se hayan decidido por una sola persona, no hubiera sido nada mal que todo haya sido una ilusión del vendedor de revistas y no del Jairo.