Crítica: El Infierno

De toda la invasión de películas mexicanas que se están estrenando este mes con motivo del bicentenario, por fin ha salido una merecedora del poco dinero que se invierte en está industria. El problema es que la temática es todo lo contrario al patriotismo y alegría que el gobierno federal de México promueve en el extranjero, es más, es una burla de todo lo referente a la guerra contra el narcotráfico que invade los medios de comunicación y lo peor es que sufrimos día a día los ciudadanos de este país. El director y guionista Luis Estrada se brincó la barda, bailó sobre ella y hasta desterró fluidos alrededor. ¡Que soberbia para mostrar una cruel realidad! Al final no sabía si reír o llorar de lo que estaba observando. Si existe una palabra para describir el filme es: «Impactante». Es un balde de agua fría para nosotros como mexicanos que muestra el peor problema que tiene de nuestra sociedad sin tapujos, con una crudeza que para colmo no se olvida de hacernos reír.

El guión es una maravilla en su estructura. Fácilmente pudo haber sido toda la cinta sobre la sinopsis que se nos presenta, pero fue todo lo contrario, quedaba cada vez más sorprendido que las poco más de dos horas de duración eran una constante de situaciones diferentes, que no aburría y te mantenía atento a todo momento.

Todo empieza con el regreso del pobre deportado de Benjamín García (Damián Alcázar) a su pueblo natal, bajo las más abusivas circunstancias. Como si la inmigración se tratará del tema de ayer, inmediatamente se nos muestra la pobreza de un pueblo desolado por la violencia y las circunstancias que Benny tiene que lidiar para salir adelante.

Para quienes piensen que será el filme un baño de alegrías de principio a fin al estilo de «La Ley de Herodes», tendrán que esperar alrededor de la hora cuando conozcamos al gran líder de la banda de narcotraficantes y por fin lleguen auténticas carcajadas. Todo comienza con un sentimiento de desolación logrado por una ambientación sencilla, pero efectiva. que cualquiera se puede ir con la idea de que está observando una tragedia. No los culpo. No a cualquiera le puede salir una mezcla de drama y humor negro que se cancela una a la otra, fácilmente hubiera perdido credibilidad y sin embargo aún con algunas escenas cómicas, nunca se pierde el objetivo, que es mostrar la crueldad de un negocio no apto para la mayoría.

Con sorpresivo temple y confianza para contar la historia y sin prisas, el guión nos comienza a presentar a personajes tan peculiares: El Cochiloco,(Joaquín Cosio) Don José Reyes (Ernesto Gómez Cruz), Doña Mari Reyes (María Rojo) y El Sargento (Dagoberto Gama). Todos ellos convertidos en caricaturas de verdaderos representantes de la mafia mexicana, que al momento de mostrar sus más oscuros actos nos dejan con la boca abierta. Mis respetos para los actores que hicieron un trabajo impecable, en especial Joaquín Cosio, no será el protagonista, pero el Cochiloco casi se roba la película.

Sin embargo, con tanto que he arropado de halagos a esta cinta, me hubiera gustado alguna propuesta para mejorar la situación. Si bien es fácil destazar sin piedad: al gobierno, la policía, la iglesia, las fiestas del bicentenario, hasta la misma sociedad. Me deja con un vacío al estilo de háganle como puedan ¡es su bronca!.

En serio que la película esta para dar polémica. ¿Acaso será capaz la Academia Mexicana de Cine elegir está película como representante ante los premios Oscar? ¿Ser conscientes ante el mundo que el problema es real y no podemos solucionarlo?

Lo peor es lo que está sucediendo en estos días con la inciativa de degradar la clasificación de 18 a jóvenes de 15 años. La justificación es para que los adolescentes aprendan, al fin y al cabo ven cosas peores. No nos hagamos estúpidos que al final están aceptando escenas pornográficas, palabras altisonantes y violencia gráfica que sobrepasa la de un videojuego. Precisamente lo que nos tiene amolados es la falta de límites entre lo bueno y malo y ahora intentan recorrer la tolerancia de una cinta que claramente es para mayores de edad. ¡No se vale!