Crítica Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Parte 2

Harry Potter Y Las Reliquias De La Muerte (Parte 2)

Se ha vuelto costumbre el ver en cartelera cada cierto tiempo una nueva película de Harry Potter. La asistencia al cine para ver la quinta y sexta parte fueron más por obligación a no perderme los detalles que por cualquier tipo de adoración por la saga del hechicero. La fórmula ya no estaba funcionando, siempre nuestro protagonista estaba en serio peligro y en constante búsqueda de objetos. Fue en la última cinta donde el personaje volvió a ser relevante, todo estaba en juego, tanta paja y rollo mareador por fin tenía sentido y no podías esperar a conocer el desenlace.

Los primeros treinta minutos son de una constante duda de que ha sido lo que ha hecho a los medios alabar la última entrega de la saga. Volvemos a los constantes diálogos explicativos de las acciones que están a punto de realizar nuestro trío dinámico para que no resulte como lo idearon, hasta que en uno de esos intervalos los mismos guionistas aceptan lo repetitivo del asunto y deciden liberarnos de tanta tortura para continuar con el gran final. De ahí en adelante la saga Potter es irreconocible por la cantidad de momentos que hacen que se ponga la piel de gallina.

La calidad de los actores es incalculable, con su simple presencia evocan un aire de grandeza digno de la batalla épica que se presencia en la pantalla. La desigualdad de los jóvenes actores con los veteranos es evidente al robarnos la atención con simples segundos, aún así, era inevitable alcanzar algún grado de igualdad que ojala con el tiempo en sus futuras carreras logren remediar. Claro ejemplo es cuando Harry descubre que debe morir, era para desgarrarse del terror, es en esos instantes cuando debes de explotar por tan cruel destino, si bien es sensata la interpretación sin caer en melodrama, al menos esperaba que transmitiera cierta angustia y no su patentada actitud poteriana de calmudez que ya nos ha acostumbrando durante mucho tiempo. Ni que decir de una buena cantidad de besos pasionales que resultan ser pellizcos de lengua, que lo único que transmiten son risas por parte del público.

Espero que no se tome a mal mi crítica, como si nada más estuviera buscando errores para desechar la cinta. Al contrario, cuando salí de la sala de cine no encontraba palabras negativas, ningún error que no fuera la odiosa pantalla de cine que vibraba constantemente. Fue con el paso del tiempo que salí del Nirvana cuando descubro que no es una perfección, es tan fugaz la acción que no te pones a pensar en los defectos, te dejas llevar por el momento y los sentimientos evidentes de la perdida de una saga que tomo una década de tu vida y vez diluirse minuto a minuto.

Existen demasiados aciertos para que la cinta reciba su merecido reconocimiento. Uno de tantos es la batalla por Hogwarts, que resulta ser une espectáculo de efectos visuales llevado a niveles que rivalizan con el Señor de los Anillos, fácilmente el enfoque pudo haber cambiado a la destrucción masiva que sufre la venerable escuela, pero es aquí donde radica una característica que a muchas otras películas se les olvida cuando nos venden explosiones por docena a cambio de las emociones que sufren sus personajes.

El resto del filme es una carrera en contra del tiempo por que Voldemort logre destruir a Potter primero, inmediatamente atrapados en un sentimiento de ansiedad por un ser al que se le desvanece su poder a cada momento. El actor Ralph Fiennes ha logrado escribir su personaje en el club exclusivo de malvados con cierta aire de grandeza y que para mi sorpresa te provoca tremenda tristeza por ver su destino final. Su último monologo es exquisito a tal grado que hasta deseas que sea el ganador en todo este conflicto.

Es de reconocer la coherencia de Rowling de escribir un desenlace que no traiciona sus propias reglas establecidas. Cada momento tiene una lógica impecable que encaja con cada revelación que nos ha tomado años comprender y se necesita tener una capacidad extrema de memoria para recordar. Hubo momentos en que me sentí perdido porque salían soluciones de cuatro libros atrás, reconozco que me tomo mi tiempo, pero como lo he dicho tiene su lógica.

Todo cae por su propio peso y cuando llega el momento crucial de Severus Snape (Alan Rickman), no dejas de maravillarte de que tan especial a sido esta saga. Toda la verdad enfrente de nuestros ojos tan sencilla y simple, que no se puede negar la capacidad de planeación que tuvo la autora. Luego sin ser una voz de conciencia espiritual nos regala momentos filosóficos de vida más allá de la muerte como lo son: la amistad, el amor,  la lealtad y valentía; elevando el desenlace en algo más que dos hechiceros derramando rayos de luz.

El director David Yates a retomado cada detalle de la saga que se vuelve en un memorama de pasadas experiencias. Si acaso no ha sido el afortunado de tener las preferencias del público, al menos logro superarse a si mismo con este dúo de cintas. Lamentablemente no todo es mágico durante su liderazgo. La elección de separar en dos partes el último libro se justifico al no omitir detalles importantes y la primera parte no sufre de una edición que me pone a pensar que fue realizada por un cocodrilo en algún estudio. Muchos personajes son relegados a segundos y apariciones breves, algunos simplemente desaparecen, no se les da el tiempo suficiente ni de tan siquiera tenerlos ubicados, otros de plano ni hablan, pero eso si cuando se trata de aniquilar tiene su momento y resulta tan breve e insípido que en vez de aplaudir de quedas dudando. No se vale. Se supone que a cada quien se le iba a dar el tiempo necesario, pero resulta con el mismo problema que ha plagado a toda la serie con su indiscriminados recortes. Al menos me dejo el interés de leer los libros para saber que me perdí.

Ha llegado el momento de decir adiós a un mundo mágico como ningún otro. No ha sido una saga perfecta en el cine, todavía con el hambre de que Alfonso Cuarón haya dirigido el final. Aún así, como Hogwarts no habrá otro. Hasta luego Potter.