¡Ah es un monstruo!
Podríamos llamarlo híbrido para no ser tan radicales, Soy el número cuatro es justo eso. Un cumulo de elementos mezclados que buscaron convertirse en un enorme suceso en taquilla, justo como muchos otros cocteles “Cinematográficos” lo han intentado antes.
Por más que se esfuerce, “Soy el número cuatro” no puede deshacerse de su esencia aspiracional, es claramente un flojo intento de crear una nueva franquicia. Acción nada nueva por supuesto.
Entrando en materia nos encontramos con la adaptación de un libro que tiene un público pre-establecido y que al dar paso a la gran pantalla intenta alcanzar un mayor rango de gente y las cuantiosas ganancias de una película con éxito, sin embargo el material de origen no contaba con el renombre con el que si contaban otras franquicias.
Sin duda la película que nos ocupa es un estuche de tristes sorpresas, comenzando con una historia poco creíble que mezcla de forma muy poco afortunada la magia con la ciencia ficción; somos testigos del modo de vida de “John” un pobre e inadaptado adolecente, que esconde un gran secreto. Su vida corre un grave peligro y deberá utilizar todos los recursos que estén a su alcance para sobrevivir, a la par que se conoce así mismo y a gente que lo ayudará en su lucha.
Como pueden apreciar se trata de una historia genérica, la misma formula ya sin gracia debido a su sobre-explotación, la ejecución de este argumento es cosa aparte y en este apartado es responsable DJ Caruso, un realizador sin pisca de personalidad, que con el paso del tiempo se ha convertido en un autómata; encuadra así, párate aquí…
Tenemos un elenco de actores cuasi desconocidos, hay la típica dosis de efectos que le estorban a la trama, un guión flojo y una serie de momentos que definitivamente daban para más. El principal problema de “Soy el número cuatro” es su falta de solidez, la forma en la que se van atando las cosas, que nunca termina por convencer. Cosa aparte son los protagónicos que no tienen química y son completamente olvidables, seguramente esta situación empeoró por la mano tan impersonal del director DJ Caruso, quien parece bastante decidido a usar un lenguaje visual mas acorde a la televisión, propuesta que se ve reforzada por lo pobre del diseño de producción y lo rudimentario de la dirección de arte. Todo en su conjunto nos hace sentir que estamos ante una serie televisiva de ciencia ficción.
A manera de coda me gustaría comentar cierta frase de un escritor de manuales de guión de cierto renombre: “No es bueno salir de ver una película y ante las fallas decir: ¡al menos la fotografía estaba bien”.
Tristemente este no es el caso de Soy el número cuatro, donde la fotografía increíblemente corrió a cargo del ganador del Oscar Guillermo Navarro, su trabajo en esta ocasión luce deslucido y carente de pasión y me atrevo a afirmar que en momentos mediocre e intrascendente. Sin duda Navarro busca ahora moverse en un circulo más comercial, hipótesis que se afirma con su participación en la saga Crepúsculo.
Lamentablente Soy el número cuatro es una película trivial y completamente olvidable, entretenida a momentos, pero nada más.