Crítica El Legado Bourne

El Legado Bourne

Automedicación genérica a la secuelitis aguda.

No pensaba que fuera posible una cuarta película,  ni mucho menos una sin el director Paul Greengrass y el actor Matt Damon. De por sí, que la trama había sido extendida a niveles donde una telenovela se sintiera celosa de tal hazaña, ahora sin los principales responsables del éxito obtenido, es difícil de aceptar que este nuevo intento funcione. Sin embargo, contra todos los pronósticos, es digno de reconocer que lograr llevar la hazaña de forma decorosa.

Gran parte de la aceptación se debe a que es una historia paralela a la de Jason Bourne, donde en vez de hacer «borrón y cuenta nueva» como lo sucedido con cierto arácnido, se decide continuar en un mundo donde las consecuencias del superagente hacen estragos en terceras personas. Hasta tenemos algunos actores de los anteriores filmes como Joan Allen (Pamela Landy) y David Strathairn (Noah Vosen), que ayudan a crear esa ilusión de ser una progresión de la trama antes vista.

Jeremy Renner protagoniza Aaron Cross

La fórmula Bourne no requiere demasiado estudio para ser comprendida. Siempre es un hombre siendo perseguido con todo el aparato de espionaje, sin conocer los motivos, sobreviviendo gracias a su inteligencia, hasta llegar con los malvados que le ayuden a comprender sus desgracias. Lo más atractivo han sido las escenas de persecución y hasta las intensamente coreografiadas peleas a muerte, a tal grado que le ha dejado a la saga de James Bond un complejo de inferioridad que lo obligo a renovarse a lo que conocemos en estos momentos.

Desafiando las posibilidades de continuar sin la presencia de Jason Boune, es que tenemos de remplazo al agente  Aaron Cross (Jeremy Renner), quien como su colega, forma parte del grupo de agente secretos diseñados en laboratorio para realizar obras de caridad en otros países. El mayor problema es que Bourne ha expuesto al mundo del fabuloso plan de la CIA y todos los involucrados se encuentran desesperados por destruir cualquier evidencia posible que van desde agentes y hasta científicos que sólo hacían su trabajo.

Rachel Weisz como Dr. Marta Shearing

 

En cierta forma es más de lo mismo, pero en esta ocasión se alcanza a notar una falta de intensidad que se prolonga a lo largo de la película. No lo tomen a mal, como opción dominguera es de lo más adecuado, es simplemente que no cuenta con elementos que la hagan sobresalir del resto. Luego tiene unos periodos algo prologados de diálogos que si bien ayudan a establecer los nuevos protagonistas, al mismo tiempo nos hacen desear el porque no fueron capaces de reducir al menos una media hora la duración de la cinta.

La dirección de Dan Gilroy al menos es más sensata en mantener el enfoque en la acción comparado con la temblorina de cámara de parte de Greengrass, es sólo que aún con algunos destellos por sorprendernos, todos sus esfuerzos caen en vano al no lograr mantener un ambiente de inminente peligro muy necesario para este género. Con excepción de una impactante secuencia en donde el siempre confiable Zeljko Ivanek sabe brindarnos una buena dosis de suspenso, el resto y hasta la casi interminable secuencia en las Filipinas con un par de motocicletas;  resultan ser demasiado predecibles para ofrecer mayores emociones de lo que estamos acostumbrados.

El Legado Bourne Persecusión

 

Poca culpa puede tener Jeremy Renner por ser el sustituto a una secuela con escasa ambición y que no logra dejar de ser más que el eco de lo que una trilogía obtuvo por sus propios méritos. Sin el material necesario que logre salir de las miradas penetrantes o tan siquiera un vinculo personal que lo motive más allá de su necesidad de medicamento, su lucha por sobrevivir queda en el olvido al los pocos minutos y sólo nos queda dejarnos llevar por las escenas de acción. Lo mismo se puede decir de su compañera de aventuras Rachel Weisz, que como toda dama indefensa, requiere de lecciones intensivas de sobrevivencia, como también de que alguien le avise del pronto romance a punto de nacer.

El desenlace es por demás decepcionante al ser más que una advertencia de que todavía continuarán este tipo de aventuras sin resolución a la vista. Es tal su pretensión, que cuando es posible se nos recuerda la existencia de Jason Bourne y una inevitable reunión con estos dos nuevos fugitivos. En pocas palabras, es una secuela inútil que es demasiado evidente su intención de continuar por la eternidad, aún cuando ya no hay nada que contar o del porque emocionarse.